El Glaucoma es un grupo de enfermedades visuales que tienen en común la degeneración progresiva del nervio óptico. Si no se controla, puede producir secuelas importantes en la visión. Entre los factores que causan esta degeneración el más conocido y sobre el que se puede actuar hoy en día es la presión intraocular (PIO).
La presión o tensión intraocular está determinada por el equilibrio entre la producción de humor acuoso por el cuerpo ciliar y su eliminación a través de los poros de la malla trabecular que es una especia de filtro situado en el ángulo írido corneal. Cuando dicho equilibrio se mantiene, la presión intraocular es normal, puede oscilar a lo largo del día entre 10 y 20mmHg.
Las causas que pueden producir un glaucoma son: aumento de la secreción de humor acuoso, bloqueo del ángulo írido corneal, que impide la llegada del humor acuoso a la malla trabecular o bloqueo de esta malla que no permite la salida del humor acuoso hacia el torrente circulatorio.
En cualquiera de estos casos, se produce un aumento de la presión intraocular, que provoca la compresión de los vasos sanguíneos y las fibras nerviosas. Si este aumento de la presión es importante y prolongado, se produce un aplastamiento de las fibras a nivel de la papila del nervio óptico (que es la parte más débil), seguido de una destrucción de las mismas con la consiguiente pérdida de visión y campo visual.
El glaucoma puede clasificarse según la apertura del ángulo iridocorneal (glaucoma de ángulo abierto y de ángulo cerrado), según su origen (primario y secundario) y según su momento de aparición (congénito, infantil, juvenil y adulto).
El Glaucoma no conduce necesariamente a la ceguera.
El glaucoma produce pérdida visual también en estadios iniciales.
El mejor tratamiento es el diagnóstico precoz.